David Ospina fue el héroe en el Monumental

La historia de David Ospina, el héroe del viernes en el Monumental de Buenos Aires, tiene la misma trama de las de otras tantas figuras cuyo destino quedó marcado para siempre bajo los tres palos de una cancha de fútbol.

Pero su aventura o sus primeros coqueteos con el arco no comenzaron precisamente en una cancha de fútbol. Los pasillos del Éxito en Medellín fueron testigos de las piruetas de un chiquillo de 7 años, que cada que sus padres iban a mercar, aprovechaba para ’revolcarse’ con los balones que estaban en la sección de juegos.


“Eso era una locura en el Éxito; ese muchacho cogía hasta tres balones y a cualquiera que pasaba por donde estaba le decía que le pateara la pelota y él se tiraba como si fuera un arquero. En la casa sucedía lo mismo, pero con las almohadas; en la cama se tiraba a coger una almohada como si fuera un balón o enrollaba las medias y nos decía que le tiráramos”, recuerda don Hernán Ospina, el padre del hoy arquero de la Selección Colombia.

Pese a que era muy activo en la parte deportiva siendo muy chico, Ospina nunca dio de qué hablar en la casa ni en el colegio.

“David siempre ha sido muy serio, nunca nos dio problemas ni nada por el estilo, es un muchacho muy humilde”, confiesa doña Lucía Ramírez, la madre del jugador, en tanto que don Hernán afirma que “más trabajo nos dio Daniela (la otra hija y hoy esposa de James Rodríguez) porque David era muy casero, llegaba de entrenar y de estudiar y quedaba rendido, sin ganas de salir”.

Los primeros pasos en el fútbol los dio desde muy joven en la Escuela de Alexis García; en ese entonces se desempeñaba como delantero, pero, como ha sucedido con los grandes arqueros, en una final que se jugaba en Envigado el portero titular no pudo llegar, situación que obligó al técnico de turno a encomendarle la responsabilidad en los tres palos al pequeño David Ospina Ramírez.

En ese puesto se quedó con tan buenos resultados que llegó la oportunidad en la Selección Antioquia, donde también alcanzó logros importantes.

Su proyección dio para que el entonces presidente del Atlético Nacional, Víctor Marulanda, lo viera y de inmediato comprara sus derechos deportivos. Tenía apenas 15 años.

Sin embargo, el gusto por el estudio le competía a la par con la del fútbol. Por eso David no descartaba la posibilidad de llegar a la universidad y de olvidarse de las canchas, decisión que negoció con su padre, quien le dio la bendición para que la joven promesa definiera su futuro.

No se equivocó. David se decidió por el balón, o mejor, por el arco, y desde ese entonces los éxitos no han parado. Su gran espejo o modelo a seguir era Iker Casillas. “Él ha sido un arquero serio, atajador y de buena ubicación”, confesó hace poco el mismo Ospina sobre su ídolo español.

El debut con Nacional se dio en Cúcuta cuando David iba a cumplir 17 años. “Ese día nos llamó y nos dijo que sentía muchos nervios, pero que tenía que salir adelante como sea. En eso de tener mucha personalidad él es muy bueno, pensaba y actuaba como una persona muy madura”, dice su padre.

La gran bendición llegó en el 2007 cuando a comienzos de temporada el técnico de los verdolagas, Héctor Quintabani, decidió darle el arco de un equipo grande a un muchacho de 17 años, por encima de dos experimentados como Juan Pablo Ramírez y Andrés Saldarriaga.

“Desde que llegué a Nacional vi que David era un chico serio, respetuoso, dedicado a lo suyo; le vi la intención, la capacidad y el profesionalismo, tenía un futuro bárbaro y opté por darle la titular muy a pesar de que los directivos me ofrecieron contratar a un arquero de más recorrido”, recuerda Quintabani.

El joven portero fue escribiendo su propia historia y en ese 2007 dio el salto a la consagración al coronarse campeón con Nacional en los dos torneos que se jugaron.

Lo que vino después fue un camino lleno de gloria porque llegaron convocatorias a Selección Colombia para cubrir una posición donde estuvieron figuras como René Higuita, Óscar Córdoba, Faryd Mondragón y Miguel Calero; después su paso al fútbol francés con el Niza y ahora en una vitrina que lo puede llevar a un equipo grande del Viejo Continente.

Su vida fuera de las canchas es intachable. Tímido, de cortas palabras y de bajo perfil. Su mundo son sus padres, su hermana Daniela, su esposa Jessica y su pequeña hija Dulce María, que es por quien más permanece en la casa.

Salir a cenar o ir a cine son sus preferencias fuera de casa. De sus amigos, con quien más comparte es con James Rodríguez, ahora que son cuñados y con el que además lo une la pasión por la Selección Colombia.

Precisamente el martes David y James tendrán otro duro escollo, esta vez ante Perú, en ese camino por llevar al combinado nacional al Mundial de Brasil 2014.

En lo futbolístico Ospina quiere seguir siendo el gran cerrojo de la Selección porque en lo personal, la humildad y la sencillez son sus más grandes logros.

Fuente: elpais.com.co

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