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Perfil, historias y grandes anécdotas del Tino Asprilla

Compartimos este artículo escrito en el año 2009 por Mauricio Silva de la Revista Don Juan, en el que nos muestra aspectos importantes de la vida del Tino Asprilla.

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A Faustino Asprilla todo le importa un carajo. O por lo menos es lo que siempre ha querido demostrar. Tal vez por eso fue un excepcional jugador -acaso el delantero con más condiciones en la historia del fútbol colombiano-; y tal vez, por esa misma razón, por ese conocimiento del artificio, “tampoco quiso ser el mejor del mundo”, como muchas veces ha dicho Carlos el Pibe Valderrama. Porque posiblemente nunca le importó. Todo le resbala, la fama, la gloria, el dinero, la reputación, las mujeres. Todo parece indicar que le da lo mismo saludar o no saludar; quedar bien o quedar mal; estar en Tuluá, en Medellín, en Milán o en Miami; levantarse a las 7.00 a. m., a las 9.00 a. m. o a la 1.00 p. m., o acostarse en esos mismos horarios. ¡Qué más da!, aquel desgarbo natural que fue su fútbol, ese jamás saber adónde iba a terminar la jugada -genial e incluso mal-, es en realidad su vida.


A escasos meses de cumplir cuarenta años, en el momento en el que celebra su adiós deportivo con un sonoro partido en el estadio Atanasio Girardot de Medellín, sigue en la fiesta del amague. ¿Aquí o allá?, ¿corta o larga?, ¿pase o disparo? Incluso gambetea en la rumba, su gran aliada. Y en los caballos, su pasatiempo. Y en el juego, su otra patología. Y en todo lo que tiene que ver con las mujeres, las depositarias de su obsesión. Con sospechoso desgano, Faustino Asprilla vive una dilatada vida de fantasía tropical. Deambula entre dos ciudades, Medellín (Antioquia) y Tuluá (Valle), mucho más en la segunda, que es ese pueblo grande en el corazón del Valle donde nació y vivió hasta el fin de su adolescencia y donde viven la mayoría de sus hermanos, sus sobrinos, su viejo y el recuerdo de su mamá, fallecida en 1992.

“Por mí viviría en Miami, pero sigo en Tuluá porque aquí vive mi papá. En realidad odio este pueblo al que se lo traga la envidia. Todo lo que hago, o lo que no hago, aquí siempre termina en mi contra. Como siempre le he dicho a mi papá, yo he debido nacer en Medellín”, aúlla el Tino. Y tal cual. La mitad de Tuluá lo quiere, la otra, lo abomina. De hecho, en una reciente publicación del Concejo de la ciudad, que conmemoraba los 184 años de la historia de la corporación, algún fantasma borró su rostro del desafinado mural que está en el salón principal del recinto, en el que aparecen las caras de los hijos célebres de esta población. Y nadie responde.

Parece que Asprilla necesitara del escándalo tulueño para existir, cada vez que puede levanta ampolla en su comarca. En mayo de este año, por ejemplo, lo acusaron de haber atropellado a una señora y esta es su versión:

-Venía en mi carro por el centro de Tuluá, al intentar dar una curva, sentí que una moto me golpeó por detrás. Cuando cometí el terrible error de bajarme, me encontré con una señora que comenzó a putearme por cuenta de que su hija se había raspado un tobillo. Yo le dije que las llevaba a una clínica para que curaran a la “peladita”, pero la vieja, alborotada por la gente, me empezó a pedir billete. Cuando le estaba diciendo que lo importante era su hija, apareció un taxista que desde su carro se puso a decir dizque: ’’No lo deje ir, señora, que ese hijueputa me hizo lo mismo hace ocho años y se voló’’. Apenas oí eso, me le fui encima al cabrón y le grité:

’’¿Acaso vos me conocés?’’, y con mi mano derecha le pegué al retrovisor lateral. Cuando se armó el pedo, me subí al carro y prometí nunca más ayudar a nadie en este pueblo infeliz. Faustino Hernán conduce sus seis autos como universitario adinerado un viernes por la noche. Cuatro de ellos están en cuidados intensivos en diferentes talleres de Cali, incluido su envidiado BMW M3 y su Toyota Prado, que por un par de años levantaron polvo por las carreteras destapadas que comunican los cañaduzales de su tierra.

 

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PRIMERA ESCENA

Tuluá, mayo de 2009. Es sábado, son las 3.00 a. m. y con uno de sus febriles amigos que no pasa de 23 años -a la mayoría de sus amigos les lleva 15 años-, el Tino sale de la discoteca Punta del Sur, la más popular y rutilante de la Zona Rosa de su pueblo, dos cuadras de escandaloso ruido producido por un coctel de música, pitos, luces, traquetos y acelerones de moto. Su cómplice de rumba le dice:

-“No me vayás a fallar con esas ’peladas’, ¡pilas, pues, marica! Va gente de Pereira. Por allá te preguntaron”.

Así, en su Mazda 2 rojo, con el inseparable sound track de su vida que es la salsa a generoso volumen, los dos jovenzuelos vuelan con destino a Armenia -a hora y media de su ciudad natal-, a rematar la rumba en la noche cafetera. Y así mismo, a las ocho de la mañana, exhausto, retorna a su casa (a su terruño, mejor), que es el hogar de sus viejos. Fausto, como le dicen sus familiares y cada uno de los ex jugadores colombianos de su generación, duerme poco en el famoso Criadero San Tino -la exuberante finca de recreo que construyó en Tuluá cuando llevaba dos años en el fútbol italiano y que tiene ocho habitaciones, piscina semiprofesional, bar, sauna, jacuzzi, discoteca, lago, cancha de fútbol, trofeos y, obvio, un criadero de caballos-, sino en un viejo sofá, en la pequeña sala de televisión de la casa de su padre, en un barrio de clase media en Tuluá.

“Cuando está con una ’pelada’, o cuando está en sus rumbas con sus amigos, sí se queda. Pero a él muy poco le gusta dormir en San Tino. Es que el ’papi’ se siente como muy solo por acá”, revela Edwin Restrepo, un paisa de mediana edad y mano derecha de Asprilla. En 1994, en el año en el que llegó a ser considerado uno de los tres mejores jugadores de fútbol del planeta, el gran Faustino -asesorado por José Manuel de los Ríos, el hombre que lo descubrió en la escuela de fútbol Carlos Sarmiento Lora-, comenzó a invertir en tierras cerca de su Tuluá natal. Desde entonces ha comprado fincas, dos de descanso (en Tuluá y Llano Grande), cuatro haciendas con cañaduzales en el Valle, decenas de caballos de paso, docenas de cabezas de ganado, autos que van y vienen y un par de apartamentos en Medellín y Bogotá. ¿Y de qué vive? Sencillo, cada 14 meses, que es cuando se recoge la caña, Asprilla recibe un aproximado de 700 millones de pesos por cuenta de la dulce renta del azúcar.

– Mi fortuna asciende a quince mil millones de pesos -asegura sin temor a que se sepa. Tampoco le importa.

En su mejor momento futbolístico, a mediados de los años noventa, el Tino llegó a recibir un promedio de 90.000 dólares semanales. “En 1998, cuando competíamos con Crespo, Verón y los otros muchachos del Parma por ver cuál era el que tenía mejor carro, me compré un Ferrari 360 que combinaba los colores amarillo y azul. Como todos los

… Ferraris, el mío también lo hicieron por pedido, así que cuando me preguntaron dónde quería mi nombre, yo lo pedí en el tablero, en el airbag. Ese auto lo intenté traer a Colombia pero los impuestos aquí son un atraco, así que se lo vendí a un tipo en Miami”. Para nadie es un secreto que Asprilla es un obstinado amante de los caballos. Su pasión equina -que varias veces lo dejó ver como un avezado chalán en las ferias del país, en las que también hizo tiros al aire y hasta pateó buses-, lo llevó a tener 52 ejemplares de paso fino, avaluados en poco más de 500 millones de pesos. Sin embargo, hoy sólo tiene 15 bestias, incluido El Caleño, el animal de sus amores que alguna vez tasaron en cien millones de pesos y que hoy monta con orgullo en los jardines de su casa.La historia de cómo se enamoró de los caballos, muy en la atmósfera de Tulúa -una convulsionada población sitiada desde hace más de cuatro décadas por el narcotráfico, con una escandalosa cifra de 254 muertes violentas en 2008, en un lugar de 328.000 habitantes-, incluye un final de terror:-Siempre quise ser el llanero solitario y cuando era niño me ofrecía a llevarle la comida a un caballo en una finca en las afueras de Tuluá. A los tipos que tenían la obligación de ir a alimentar al caballo, les daba jartera y me enviaban a mí en la moto con la comida. El hijo de la señora que cuidaba el caballo era fanático de las motos, así que hacíamos cambio: él montaba la moto y yo al caballito. Un buen día llegué y cuando silbé para anunciarme, un tipo salió corriendo de la casa y se escapó por la quebrada. Ese man venía de violar y asesinar a varias mujeres, estoy seguro de que esa tarde yo le salvé la vida a esa mujer y desde esa época tengo la goma de los caballos. Otra fuerte inclinación de Asprilla, de la que dice es apenas una afición, es su gusto por el póquer. Diariamente, cuando está en Tuluá, juega desde las 6.00 p. m. -y algunas veces hasta las 5.00 a. m.- con un grupo de amigos en un club que ellos mismos bautizaron el Ol-in, en clara alusión al término All-in (voy todo). De hecho, hasta los baños se llaman \’\’olines\’\’ y \’\’olinas\’\’. -No jugamos para arruinarnos sino para pasar el rato, porque en este pueblo no hay ni mierda que hacer. Aquí el que más pierde, pierde cuatrocientos mil pesos y el que más gana, gana quinientos mil-, cuenta “el Buñuelo”, el presidente del club y amigo cercano de Faustino en Tuluá. Las bromas, como en toda mesa que se respete, son pesadas, sin embargo, la línea delgada entre el sentido del humor y la destemplanza, la cruzan a cada rato: -Por qué te vas a sentar ahí, viejo marica -le dice Asprilla a un señor de por lo menos 65 años. -Porque se me da la gana, negro huevón -revira el adulto mayor. -Usted si es bocón, ¿no? -contraataca el Tino. -Pero yo por lo menos tengo las nalgas blancas y no nalgas de mico, ¡como las que tenés vos! -termina el asalto. Su otra gran obsesión, en la que Asprilla invierte menos tiempo pero sí mucho dinero, son las mujeres. “Es que \’Fausto\’ sólo tiene tres debilidades en la vida: mujeres, caballos y trago -explica José, su empleado de confianza-. Yo he trabajado con duros, muy duros, y mujeriegos hasta pa\’l hijueputa, pero como \’papi\’, ninguno (\’papi\’, le dicen todos sus soldados). A ese man, cuando está derechito, le he contado hasta cuarenta chimbas en un mes. Él no tiene problema de machucar a dos en un día”. Fausto se defiende, y asegura con socarronería que es mentira que tenga muchas mujeres. “Si las tuviera, cualquiera las vería aquí. Yo de verdad es que no tengo novia y me siento cómodo así, soltero. Igual, las mujeres solo traen problemas. Yo tengo la rodilla podrida de tanto voltear en las canchas y todavía no conozco a la primera que me haya tirado un centro”.SEGUNDA ESCENA Último domingo de mayo. Tuluá 2009: mike, el peluquero del pueblo, un corpulento negro de unos 25 años, llega en su moto, sin camisa y con una atlética joven de diminuto short de jean, a San Tino. En ese momento se está celebrando eso que en todas las latitudes de Colombia se llama una “piscifiesta”: piscina, aguardiente, mujeres y reggaeton. En dos cacaos, Asprilla le echa el ojo a la joven y, a media lengua, le dice a su amigo: -¿Y cómo es la vuelta? -Usted sabe que con usted, mijo, todo bien. Hágale \’\’papi\’\’. Si usted es el duro. Sin más, Asprilla lleva a la joven a conocer los aposentos de su mansión que curiosamente -como si fuera para Parma-, construyó en piedra y madera, algo muy poco conveniente para el trópico (tal vez por eso está infestada de avispas). Allí se demoran un buen rato. Luego, arrastrando sus altos tacones, con cara de pícara, la guapura tropical atraviesa la piscina y se reencuentra con su amigo Mike. Los dos se abrazan, se ríen y bailan. Con todo, cuesta creer que el Tino no sea un misógino recalcitrante, a quien claramente se le dificulta empeñar el corazón. Iván Ramiro Córdoba, legendario defensor del Inter de Milán y compañero de Selección de la ex estrella, me dice: “El Tino siempre será un joven, pero ya es hora de que siente cabeza. Me encantaría verlo organizado con una buena mujer”. Pero a él no se le conoce relación formal desde su promocionado romance con la actriz y cantante monteriana Lady Noriega, hace ya doce años. De hecho, su romance más formal fue el que lo llevó al altar con Catalina Cortés, hoy madre de su hijo Santiago, con quien las cosas van de mal en peor. En febrero de 2009, Asprilla declaró que ella y su ex suegro están maquinando un plan para apoderarse de buena parte de sus bienes, muy a pesar de que ya les entregó parte de ellos. Lo dijo después de que un juez de Medellín lo condenara por inasistencia alimentaria a su hijo, a la que se había comprometido en 1996 cuando se separó, pero que dejó de cumplir desde mayo de 2004. Por esa falta fue multado con el equivalente a 28.400 dólares, más un abono mensual de 2.028 dólares. Como era de esperarse, el Tino detesta toda la situación: -Ella dice que no le doy para la comida de Santiago, pero sería bueno que le preguntaran de dónde sacó los dos apartamentos que tiene en Medellín. Y revisen el guardarropa, la niña tiene mucha ropa. Tal vez por eso, hoy no la va mucho con las mujeres, a menos, eso sí, que formen parte de la fiesta. En realidad sólo extraña la compañía de una mujer -y profundamente-, la de su mamá: -Como yo era el niño de la casa, ella me mimaba mucho y eso me hace falta todos los días. Ella era fundamental en mi vida, pero lastimosamente no alcanzó a disfrutar nada de mi éxito. Fue la única que me apoyó desde niño y creyó en mí.TERCERA ESCENA Es domingo, Asprilla está enguayabado y quiere hablar poco. -¿Está haciendo ejercicio? -El mismo que usted hace, comer. El superatleta que fue el diamante levemente imperfecto de esa inolvidable generación de jugadores de los años noventa -que por largo tiempo los hinchas recitarán de memoria: Higuita, Escobar, Perea, Herrera, Osorio, Álvarez, Rincón, Valderrama, Valencia, Valenciano y Asprilla- ya tiene una notoria barriga. Como todos cuando asoman a los cuarenta. Ya no es la Gacela. El niño mimado del mejor Parma de la historia (1992-1996 y luego 1998-1999), equipo con el que llegó a ser propuesto para el Balón de Oro en dos ocasiones y con el que será recordado por haberle quitado un invicto al todopoderoso Milán con un tiro libre, quiere descansar. Por eso, a poco de ser un cuarentón anquilosado en la soltería, no quiere que le recuerden que fue el protagonista de una bizarra relación con una actriz porno, Petra. -Esa vieja malparida se inventó esa historia para hacer billete. Me tocó pararla feo. Pero muy a pesar de los realities televisivos donde ha trabajado (Desafío 2005 y Nómadas), de sus desnudos públicos y de sus disparos, los colombianos querrán recordar a ese crack que marcó tres goles al F.C. Barcelona en un partido inolvidable de la Champions League y que fue sensación del Newcastle inglés entre 1996 y 1998. Se aferrarán a ese muchacho que fue pura fantasía en asombrosas demostraciones de la Selección Colombia, la misma que tocó el cielo frente a la Argentina en 1993, con un atrevido 0-5 que todavía da para la discusión. Por el contrario, poco o nada quedará de aquel que no pudo marcar en un Mundial, pese a que estuvo en dos: 1994 y 1998, y que en Francia 98, luego de haber sido sustituido faltando cinco minutos para terminar el primer partido, armó un despelote y dejó el equipo tirado (tal vez el único jugador en la historia que ha renunciado a un Mundial estando en él). Muy poco se rescatará de esa joya que, a partir de su paso por Inglaterra, comenzó a cargar con una complicada lesión de rodilla y que, despacio, lo fue alejando de su gran nivel futbolístico. Apenas quedarán algunas pinceladas de ese descenso que estuvo escaso de genialidad: Palmeiras en 1999 (club con el que participó en Mercosur, Libertadores e Intercontinental); Atlante de México en 2001; Atlético Nacional en 2002; Universidad de Chile y Cortuluá en 2003; Estudiantes de La Plata en 2004, donde prácticamente no jugó. Lo que sí está fresco en la memoria colectiva, y que ha matizado su carrera, es su tardía rebeldía. El episodio más sonado de 2009 cuenta cómo el pasado 19 de abril un juez falló contra Asprilla, luego de que se viera envuelto en un tiroteo cuando descargó 29 veces su fusil R-15 contra un puesto de seguridad del ingenio San Carlos, vecino a su finca San Tino. Su conductor de confianza, José Mercado, a quien Fausto bautizó como Cara de Chito, tiene una versión más fácil: -El patrón se emputó cuando un vigilante no dejó seguir a tres “peladas” que venían a pasar el rato con él. Ese es un atajo para llegar a San Tino y esos manes nos la tienen montada. En julio de 2009, en el momento de su adiós oficial, Faustino Hernán Asprilla Hinestroza es una cimbreante leyenda del pueblo colombiano, un inolvidable personaje capaz de salir desnudo en una revista y decir, en otra: “Quiero dejar de ser negro por un ratico”. Un buen amigo de sus amigos, un espontáneo pachanguero, un fenomenal contador de historias -eso cuando se le viene en gana-, quien vive desprendido del pasado y a quien todo parece importarle un carajo, excepto cuando le joden la vida: -Tengo muy claro que mi momento en el fútbol pasó. Sin embargo, ojalá pasara desapercibido, que no me volvieran a entrevistar nunca más y que no volviera a aparecer en televisión. Me encantaría que nadie me reconociera, como cuando era un niño, aquí en Tuluá. Hoy en día publican cualquier cosa de mí y ya ni siquiera se toman la molestia de investigar si lo que dicen es verdad. Incluso, quiero hacerles a los periodistas un También Caerás: me invento una pelea y luego les digo que era una broma, a ver si dejan la joda. Última pregunta para el hombre que con sus pies y con sus manos puso en boca del mundo a una caótica nación y quien, por estos días, cuelga definitivamente los guayos: – ¿Dónde y con quién se ve a los setenta años? La respuesta no puede ser más coherente: – En una playa de Miami, con Aura Cristina Geithner.   Este reportaje por  Mauricio Silva ganó el Premio Simón Bolívar 2010 en la categoría Mejor Trabajo Deportivo en Prensa. revistadonjuan.com

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